por Axel Kahn
Las principales modificaciones del saber y de las evoluciones técnicas, las cuales aumentan las capacidades de acción en biología y recurren a la idea de que nos hacemos del hombre, se sitúan, por una parte, en el dominio de la genética y, por otra parte, en el de la embriología y de la terapia celular. Si se suele tener mezclar ambos ejes del saber, son para el profesional que lleva a cabo estas investigaciones, ejes destacadamente diferentes, aunque algunos de los problemas éticos originados por ellos se sitúen en la convergencia entre esas técnicas y competencias. Empezamos, por lo tanto, a discutir de la modificación de las posibilidades medicales, tanto como sobre las interrogaciones que crean los progresos realizados en el conocimiento del programa genético del ser humano gracias al programa genoma que le es consagrado.
El problema genético
Primero, un recuerdo muy breve de algunos hechos y nociones : el 15 de frebrero de 2001, dos consorcios competidores, el primero privado y multinacional, el segundo universitario y público, publicaron la secuencia casi completa del genoma humano. Según el principio de la evolución, la primera célula viva apareció hace cuatro mil millones de años y todos los organismos vivos provienen de esa forma de vida inicial. De manera que se encuentra alguna permanencia de las propiedades biológicas a través todo el campo de lo vivo. A partir de 1972/73, fuimos capaces de desarrolar técnicas que se fundamentan en el principio siguiente : si todas las formas de vida proceden verdaderamente de una célula original, es de esperar que los propios mecanismos de ejecución del programa que permiten explicar sus propiedades biológicas se conservan. Por eso, se puede prever que un gen proveniente de un organismo vivo; e incluso perteneciendo a otra especie, -aun a otro “reino”- encontraría en su nuevo ambiente las condiciones favorables para funcionar. Se designan tales técnicas de transferencia de genes entre organismos bajo el nombre de genio genético. Resultó posible este genio genético cuando se crearon las herramientas para dividir el ADN (moléculas de ácido desoxirribonucleico), para separar los genes, amplificarlos, determinar su secuencia y para transferirlos a gusto de un organismo a otro. Lo que el principio de la evolución permitía prever, a saber que ese método permitía un avasallamiento genético de cualquier ser vivo a la expresión de una parte del programa genético de otro ser, ha sido confirmado efectivamente. También fue este método el que fue establecido para llegar a la secuenciación del genoma humano. El método b1asico consiste en la sucesión de las etapas siguientes :
El programa genético es un mensaje escrito por medio de las cuatro letras siguientes : A, C, G o T. ¿En qué se considera un programa ? Lo es en el sentido en que un texto escrito, usando por ejemplo el alfabeto romano, puede transmitir instrucciones. En nuestro lenguaje habitual, el menor enlace de la veintiseis letras de nuestro alfabeto que tiene una significación individual es una palabra. En el programa genéticon el menor enlace de las cuatro letras A, C, G o T que tiene una significación individual es un “gen”. La asimilación entre lenguaje y programa genético puede ser desarrollado más allá. Con toda evidencia, el sentido de la frase, y a fortiori el sentido de la obra literaria compuesta de frases, no es en ningún caso reducible al sentido de la frase : la palabra contribuye a este sentido por el juego de las combinaciones. La significación de la palabra suele ser más bien contextual. Del mismo modo, un gen no determina en caso alguno la totalidad de las propiedades biológicas de una célula y con mayor motivo de un organismo. El cuerpo de un hombre adulto se compone de diez mil millones de células. Sus propiedades biológicas intrínsecas son gobernadas por la combinación de varias decenas de millares de genes. Sin embargo, la significación de la combinación de los genes no es desde luego la del programa de un destino. Es fundamental insistir en la diferencia que existe entre un programa genético, el cual estriba en propiedades biológicas intrínsecas, y el destino. La confusión origina múltiples desviaciones ideológicas, pasadas, presentes y -es de temer- por venir. El destino depende del encuentro entre seres biológicamente programados y un ambiente, en el sentido amplio de la palabra, que, en cuanto à él, no es genéticamente determinado. Este ambiente es definido tanto por el aire que respiramos, los alimentos que consumimos, el clima que afrontamos como -para nosotros los humanos- por el mundo simbólico en el que nos edificamos, la cultura a la que nos enfrentamos, la educación que recibimos, los múltiples acontecimientos que señalan nuestra vida. Todo eso no es por supuesto genéticamente programado. De suerte que aunque conozca yo el genoma de alguien y sepa interpretar esa información, sería incapaz de decir cuáles son sus preferencias religiosas, políticas, sexuales, culturales o artíscticas. Y aún menos lo esencial de lo que le va a acaecer, aunque pudiera yo tener algunas indicaciones sobre ciertas enfermedades a las que es sensible. Por lo consiguiente, ese “programa genoma humano”, tal como ha sido poco más o menos elucido en estas publicaciones del 15 de febrero de 2001, debe ser comparado con un diccionario que se empieza a crear. Un diccionario lleva una serie de palabra a las que se puede atribuir una definición. En nuestro caso, se trata de una serie de genes “anotados”, a saber, a los que se propone una primera definición. Cuando uno tiene en las manos un diccionario, y aunque sea muy completo y de gran calidad, no permite deducir de éste las obras literarias, “En busca del tiempo perdido” de Proust, por ejemplo, pero ayuda éste a poder analizarlo. Asimismo, la secuencia del genoma no dispensa en absoluta del estudio de las propiedades biológicas de los organismos, pero lo facilita.
Los progresos debidos al programa genoma
Algunos proclaman : “El programa genoma va a desembocar en una extraordinaria revolución de las posibilidades medicales”. Otros dicen : “No es verdad, el gen no tiene importancia”. ¿Qué se debe pensar de tales afirmaciones, sendas tan perentorias que contradictorias?
Como siempre, vacilamos entre la información científica y las interpretaciones ideológicas. La afirmación del todo genético es tan ideológica que la negación de toda influencia de los genes. El genoma es sin discusión posible “codificando” ya que un gen codifica una proteína -o sea una molécula esencial para la estructura y el funcionamiento de las células- y ya que la mutación de un gen, asociada a la alteración de una proteína, puede provocar enfermedades. Es indiscutible el que el diccionario genético permitirá hacer progresos en medicina. En efecto, las células y los organismos tienen como moléculas esenciales, gobernando su estructura y sus propiedades, las proteínas que son directamente codificadas por los genes? De modo que el conocimiento de los genes dan acceso al de las proteínas. Ahora bien, sucede que se puede, de manera algo “reduccionista”, reducir numerosas enfermedades a la alteración de la función de una o de varias de estas proteínas. El gen (o los genes) codificando esta(s) proteína(s) da(n) así acceso al mecanismo de la enfermedad y aumenta(n) los medios disponibles para encontrar nuevos medicamentos. Eso no se limita a las enfermedades genéticas, ni a la terapia génica. Se pueden clasificar todas las afecciones a patir de un gran eje, a la izquierda del cual se encontrarían las enfermedades realmente genéticas (por ejemplo la miopatía de Duchenne o la hemofilia), a a su dercha desordenes no genéticos (como la ruptura del cuello del femur, un día de lluvia, a causa de un paso torpe en un terreno resbaladizo), y en el centro de este eje enfermedades que no son del todo genéticas, ni completamente independientes de la influencia del terreno, tales como la diabetes, la hipertensión arterial, la arteroesclerosis, la enfermedad de Alzheimer, ... etc. El programa genoma permitiría progresar en la mejora del tratamiento de todas las dolencias. Tomemos la ruptura del cuello del femur, un accidente no genético sin duda alguna. Para que se pueda reparar el cuello del femur, se necesita primero una como cola biológica que permite restablecer la continuidad entre las dos extremidades huesudas en contacto. Luego este tejido debe calcificarse. Todo eso se realiza bajo la acción de hormomas y de factores de crecimiento que son generalmente proteínas y son por lo tanto codificadas por genes. La caracterización de estos genes dan acceso pues a las hormonas que tienen el poder de facilitar y de mejorar la calidad de la reparación del hueso. Desde ahora existe ya este tipo de hormonas utilizadas en medicina.
La terapéutica que se espera gracias a los progresos en genética no se limitan en absoluto a la terapia génica, la que no representa más que una muy pequeña parte, a menudo un poco ilusoria. En realidad, el tratamiento de las enfermedades comunes beneficiará él también de ese conocimiento del genoma. Un ejemplo : he hablado de la enfermedad de Azheiemer, la cual es una forma de demencia senil, a veces presenil, y la cual, teniendo en cuenta la longevidad incrementada de la población, amenaza mañana con atacar una de cada cuatro o cinco personas. Ahora bien, existen formas genéticas excepcionales de esa afección. Por ejemplo, en una población de alemanes que viven desde varias generaciones en la orilla del Volga, se ha descrito una forma grave de esta enfermedad de Alzheimer genética y vinculada a la alteración de un gen que pudo ser identificado. El gen en cuestión dirige la sintesis de una enzima llamada “proteolítica”, o sea teniendo la propiedad de dividir otras proteínas. Ahora bien, sucede que, en la enfermedad de Alzheimer, el exceso de actividad de esta enzima proteolítica desempeña probablemente un papel fundamental. Desde entonces, ocurrió la idea de desarrollar medicamentos, pequeñas moléculas químicas como las especialidades farmacéuticas uno toma por inyecciones o bajo forma de pastillas, cuyo objetivo consistiría en inhibir la actividad enzimática cuyo exceso podría ser responsable de la enfermedad de Alzheimer. Otro ejemplo : por primera vez desde ya mucho tiempo, se ha puesto a punto un medicamento que se opone directamente a la anomalía genética responsable de cierto tipo de leucemia, la leucemia mieloide crónica. En esta afección, una un reajuste cromosómico desemboca en la formación de un gen híbrido que codifica una enzima activa, una proteína quinasa que cataliza la fosforilación de residuos tirosina. Ese producto, el Glivec, es un inhibidor de tirosina quinasa y constituye hoy, y con mucho, el mejor tratamiento de esa forma de leucemia. Es activo también en otros tipos de cáncer vinculados a la hiperactividad de tales quinasas. Es obvio pues que el programa genoma engendra progesos en medicina.
La ilusión de un mundo sin enfermedades
El aumento de las desigualdades
Se pretende a veces que, gracias al programa genoma humano, todas las enfermedades quedarán vencidas, que una humanidad liberada de ese lastre podría aparecer. ¿Qué se debe pensar? Que se trata de un eslogán, en absoluto de una realidad. Y eso por dos razones : la primera es que entre las enfermedades que nos agobian, las hay que tienen un mecanismo procedente de una lucha frontal vida contra vida. Cuando nos vemos agredidos por un virus malo -de la gripe al sida-, cuando contraemos una enfermedad infecciosa -una neumonía o la enfermedad del pulmón negro-, cuando nos infecta un parásito -el paludismo, la bilarziosis, y qué sé yo-, cuando desarrollamos un cáncer, tal enfermedad se forma porque nuestra vida humana se ve agredida por una vida no humana, por un microorganismo células malignas que nos dañan. Se crean medicamentos -antibióticos, antivirales, quimioterapias anticancerosas- pero, siguiendo el principio de la evolución, estas vidas agresivas aprenden también a adaptarse a los medicamentos a los que se ven opuestas. Así que se relataron los primeros casos de resistencia al Glivec. Es una lucha sin fin en la que se ganan grandes victorias pero no la guerra. El éxito definitivo - a saber un mundo sin cáncer, sin enfermedad viral, sin infestación parasitaria, sin infección bacteriana- no es al parecer imaginable, y eso por razones teóricas. la susceptibilidad del hombre a algunas afecciones forma parte de su realidad antropológica.
Existe otra razón por la cual el programa genoma, aunque tenga el poder de mejorar la medicina, no tiene el de llevarnos al mundo de la buena salud universal. En realidad, el progreso médica sólo desempeña un papel relativamente menor en la mejora general de la salud. En efecto, cuando se trata de determinar cuál es la contribución de los diferentes factores en la diferencia de la esperanza de vida entre los individuos y las poblaciones, se la puede dividir en tres tercios : un tercio es claramente unido a la pobreza, a la miseria de por sí y a las condiciones de vida que acarrea. La ausencia de higiene, la contaminación del agua, la desnutrición y el no acceso a la medicina son responsables de la dramática distancia entre la esperanza de vida en África y en Europa o en los EEUU. Un segundo tercio queda probablemente relacionado con las desigualdades de por sí -fuera de la pobreza- en el sentido en que inducen conductas arriesgadas, tabaquismo, alcoholismo, consumo de drogas, estrés y tensión psicológica. En fin, las diferencias en el acceso a los tratamientos modernos no valen al parecer más que por una tercera parte de las diferencias en la esperanza de vida. Ahora bien, desafortunadamente la mejora de la posibilidades, en este caso médicas, no significa el aumento de la voluntad política para que esos nuevos poderes aprovechen a los que lo necesitan, pero que no son solventes. Por ello se necesita algo más que la ciencia, se necesita una voluntad política que se funde en esta incómoda observación : una de las consecuencias del incontestable progreso de las técnicas médicas en el mundo es un fantástico aumento de las desigualdades. Dependiendo de que uno nacía en Bobo- Dioulasso (era entonces una colonia francesa situada en Alto Volta) o en París, la esperanza de vida a principios del siglo veinte no era tan distinta : más o menos 40 años en Bobo-Dioulasso y 48 años en París. Hoy día la esperanza de vida al nacer de un niño o niña francesa alcanza los 79/80 años, cuando en el Burkina Faso se estanca alrededor de los 45 años. O sea que un siglo de progresos científicos fabulosos, sin la voluntad política que constituye también un progreso para la humanidad, ha llegado a un aumento de la peor de las desigualdades, la que hay frente a la enfermedad y a la muerte. Un progreso que conduce a tal aumento de las desigualdades no podría ser totalmente satisfactorio.
La medicina de previsión
A veces se dice que el desciframiento del genoma humano llevará a la posibilidad de prever la susceptibilidad biológica de las personas frente a la presencia inesperada de enfermedades permitiendo así establecer una verdadera medicina preventiva. Es lo que se llama la medicina predictiva o de manera más apropiada la “medicina de previsión”. La susceptibilidad a las enfermedades puede a veces detectarse antes del nacimiento, aun antes de que el embrión unicelular, el cigoto, esté puesto en el vientre de la madre : es lo que se llama el diagnóstico prenatal o preimplantatorio. Pero el diagnóstico genético puede hacerse en cualquier persona, desprovista de todo signo patológico, que viene para saber si tiene algún riesgo de desarrollar una enfermedad. La posibilidad de contestar es a veces un progreso coonsiderable. Así existe una afección muy frecuente, la hemocromatosis, caracterizada por un exceso de hierro en el hígado y en los demás órganos, cuyo gen de susceptibilidad se encuentra aproximadamente en una de cada diez personas, atacando esta enfermedad casi uno de cada cuatro cientos hombres. Si se detecta la anomalía genética responsable de la afección aun antes de que la persona esté enferma, se puede evitar el exceso de hierro y por lo tanto la aparición de los síntomas : siendo la sangre muy rica en hierro, basta con que la persona dé su sangre regularmente para evitar que aparezca la hemocromatosis. Tales ejemplos ya son hoy bastante numerosos. Sin embargo, la situación es otras veces mucho más complicada.
Veamos primero el ejemplo del cáncer de mama : ataca una de cada nueve mujeres, el cinco por ciento de estos cánceres son genéticos. En estas personas que representan pues un poco más o menos una de cada dos cientas mujeres -la susceptibilidad constitucional al cáncer de mama es una de las enfermedades genéticas más difundidas-, el riesgo de desarrollar un cáncer de mama es de un 55 por ciento más o menos. Se trata pues de una considerable amenaza. En el caso de una familia en la que una madre, una tía ha sido afectada por esa enfermedad y en la que la mutación de un gen de susceptibilidad se detectó, imaginemos que una mujer le pida al médico que le hagan un test. Éste puede revelarse negativo, lo que aliviará más bien a la mujer. En otros casos, desafortunadamente, puede confirmar que esta mujer corre ella también un riesgo importante. ¿Qué puede entonces proponer el médico? Desde luego ayudar a esta mujer, al tanto ya de la realidad del peligro que corre, para que pueda gestionar su angustia aunque ésta puede en realidad no ser peor que la que sentía antes de hacer el test. También puede cuidar a la paciente de manera más regular, y esto permite evitar la pérdida de un 30% de las vidas por el cáncer de mama. Sin embargo, el método, de lejos, más eficaz consiste en quitar preventivamete los dos pechos y los dos ovarios : con eso son un 95% de las vidas amenazadas que se verán salvadas. Con toda evidencia, tal prevención, si resulta válida para el pecho, ¡lo sería menos en caso de susceptibilidad genética al cáncer de cerebro !
En tal situación, siempre dramática, la libertad dada a esta mujer que sólo puede elegir entre un riesgo que el médico no es capaz de asumir y la aceptación de una mutilación a las consecuencias físicas y psicológicas potencialmente considerables, es singular. Se parece a la del sentenciado que puede eligir su modo de ejecución. No quiere decir que, en el cado de un riesgo familiar probado y a petición de mujeres preocupadas, que se vaya a rechazar que se haga el test.
En cambio, en la población en general no hay ninguna razón para proponerlo sistemáticamente. Siendo, en efecto, las más escasas, las formas hereditarias de cáncer de mama, una mujer por la que el test reselta ser negativo sigue teniendo uno de cada doce riesgos de desarrollar un cáncer de mama. Un diagn1ostico sistemático de la susceptibilidad genética al cáncer de mama es pues de poco interés respecto a una lógica médica y ética. Pero existe también otra lógica : el programa genoma comunica unos considerables intereses financieros. El mercado de los medicamentos equivale aproximadamente a dos cientos cincuenta mil millones de dólares hoy día. Si se debía añadir a éste el mercado de todas las otras biotecnologías, equivalería a cuatro cientos mil millones de dólares. Las pruebas genéticas son también una fuente de ingresos importantes. Las pruebas de susceptibilidad al cáncer de mama han sido patentados por una sociedad americana que reclama la exclusividad de la puesta en obra de estas pruebas por la módica suma de dos mil seis cientos dólares cada una. Imaginemos que, gracias a una promoción de esta sociedad, un 10% de las mujeres de los países ricos haga est test. Bien se imagina el discurso siguiente : “Señoras, no pueden esconderse la cabeza ni ignorar que suede detectar hoy para sus hijas y para ustedes esa susceptibilidad”. Hay entre cuatro y cinco cientos millones de mujeres en los países ricos, eso equivale a cuarenta, cincuenta millones de pruebas por dos mil seis cientos dólares cada una : ¡es un mercado de casi cien mil millones de dólares por una única prueba genética! Ahora bien, ¡habrá decenas de puebas ... ¡
El derecho de los genes
Sucede que he sido el padrino de una operación de información al público sobre los asuntos de los que les hablo ahora, llamado “el tren del genoma”. Fue realizada una encuesta al cabo de esa exposición itinerante con el fin de determinar si ésta había cumplido sus objetivos. Así se pidió a más de cinco mil personas que habían visitado la exposición que contesten a un cuestionario. Una de las respuestas obtenidas parece especialmente interesante : a la pregunta “¿Son partidarios de que se le haga pruebas genéticas, aunque no permitan mejorar su salud?”, el 90% de las personas contestaron afirmativamente. Aunque la prueba genética no tenga incidencia preventiva o terapéutica, nueve de cada diez personas dicen que quieren saber. De manera que es mucho más que probable que mañana la gente conocerá cada vez mejor algunos de los determinantes de su porvenir biológico, de su susceptibilidad a las enfermedades. Ahora bien, ese saber, aunque no tenga consecuencias médicas, puede tener inmensas implicaciones desde un punto de vista económico en sistemas de préstamos bancarios, de seguros privados o de selecciones de personal. Mañana nos veremos dentro de sociedades en las que intereses económicos potentes podrán sacar provecho del conocimiento de las predisposiciones genéticas de las personas, cuando la inmensa mayoría de los individuos afirma que quiere conocer su futuro genético. Nada es probablemente más difícil de conservar que la intimidad genética. Existen circuitos, archivos entre los cuales no creo que sea verdaderamente posible impedir los cruces. De este modo, son cada vez mayores los riesgos de que los agentes económicos concernidos tengan acceso a las informaciones genéticas pertinentes de la gente. Ese peligro es real, y si no tenemos cuidado, aplastantes mecanismos desembocarían en que la libertad que tienen las personas dentro de la Ciudad, en principio basada en la humanidad común se vea gravemente limitada en función de sus determinantes biológicos. El artículo de la Declaración Universal de los derechos humanos según el cual “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos” daría paso a la modulación de sus derechos en función de sus genes. En otros términos, estaríamos en presencia de la sustitución del principio de los derechos del hombre por el del derecho de los genes. Una regresión siniestra. Es de saberlo para poder evitarlo. Es posible tal vez, pero hace falta al menos que nos demos cuenta de ello.
El gen, una materia prima
Los programas genomas transmiten, además de su aspecto meramente científico, considerables objetivos económicos. El mercado potencial de las biotecnologías que utilizan el genio genético “pesa”, ya lo he dicho, varias centenas de mil millones de dólares. La materia prima de tal actividad es el gen. Se ha visto pues instalarse poco a poco toda una serie de estrategias de toma de posición alrededor del gen que imitan exactemente lo que eran las estrategias industriales y políticas para garantizarse un acceso privilegiado a otras materias primas que se trate del petróleo, del uranio, del diamante, etc. Unas sociedades de biotecnologías privadas llevaron negociaciones con estados democráticos para asegurarse una exclusividad de prospección, en absoluto de los subsuelos de esos países, sino de la diversidad genética y de las historias clínicas de toda una población. Se ha llegado a tales acuerdos entre Islandia y las Islas Tonga. Reducir la diversidad genética de un pueblo a un mineral para la prospección del cual se nos conceden beneficios : ¿ no hay aquí algo regresivo, algo incompatible con la dignidad y la especificidad humana del ser? Por lo demás, si el gen tiene tal valor comercial, más vale evitar que le tengan acceso los competidores aunque no haya habido negociación para obtener derechos exclusivos de prospección. Por eso se asiste a un proceso de asimilación del gen a un producto patentable. Ahora bien, el gen no es más que un conocimiento del mundo natural, una molécula que tiene el poder de codificar algunas de las propiedades biológicas de los individuos. En ningún caso puede ser considerado como una invención. Se puede utilizar el gen para realizar un invento, es otro problema pero el gen no lo es de por sí. Ahora bien, porque hay un interés económico por considerar que el gen es un producto inventado, la empresa de los patentes sobre los genes se ha desarrollado no sólo en los Estados Unidos sino también por todo el mundo.
Por primera vez en el mundo, una directiva europea impone aun a los quince estados miembros que inscriban en su derecho nacional el principio de la patentabilidad de los genes.
La terapia celular y la investigación sobre el embrión
Se habla, entre los grandes progresos médicos de mañana, por una parte, de las repercusiones de la genética, del desciframiento de los genomas; por otra parte, de la medicina regeneradora. Ahí se trata del concepto de una medicina que escogería como objetivo curar numerosas enfermedades, particularmente vinculadas al que células mayores tengan funciones alteradas o degeneradas, por células jóvenes, totalmente funcionales, toleradas por la persona curada. En principio, estas células podrían proceder de dos fuentes : del embrión y de los tejidos diferenciados.
Empecemos por éstos. En todos los tejidos diferenciados, que se trate de un recién nacido, de un feto o de un adulto, aun bastante mayor, persisten, en el corazón de los tejidos, células que son capaces de regenerarlos. Desde ya tres o cuatro años, se sabe que en realidad estas células regeneradoras hacen más que reparar sencillamente los tejidos a los que pertenecen. Así, una célula progenitora de la piel puede no sólo estar al origen de piel sino también de neuronas, gracias a las que en el futuro se podría quizás tratar enfermedades neurodegenerativas, tales como la enfermedad de Parkinson o de Alzheimer. En la médula ósea, se encuentran células capaces de reparar la sangre fabricando glóbulos rojos y glóbulos blancos, tanto como células que podrían regenerar corazón, hueso, tendones, hígado, tejidos nerviosos y quizás de cualquier otro tipo. Por supuesto queda aún mucho trabajo que hacer para transformar esa posibilidad teórica en realidad terapéutica pero ya existe ahí una auténtica esperanza, tanto más cuanto que ningún problema ético se plantea aquí.
La segunda fuente de celulas : los embriones. Los embriones de mamíferos, cualesquiera que sean, se desarrollan hasta una estadio en la que tienen la forma de una cavidad hueca en el centro de la cual se encuentra un pequeño cúmulo de células llamada masa celular interna , a expensas de de la cual el embrión propiamente dicho se desarrolará. El resto del huevo participará a la formación del placenta y de las membranas. Si se sacan, destruyendo el embrión, estas células madre embrionarias, somos capaces de multiplicarlas y cultivarlas durante mucho tiempo. Sin embargo, en algunas condiciones de cultura esas células son capaces de dar todos los tejidos del organismo. Pueden transformarse en células secretoras de insulina que podrían curar a un diabético ; en células secretoras de dopamina cuyo trasplante se indicaría para mejorar a personas atacadas por la enfermedad de Parkinson ; en células del corazón con el potencial de reforzar un corazón debilitado por un infarto de miocardio, etc. De modo que ahora se llevan investigaciones paralelas para tratar de transformar estas posibilidades en realidades. Queda aún mucho trabajo por hacer con una u otra de esas estrategias. Las células madre llamadas “adultas” son probablemente poco numerosas, no se sabe muy bien reconocerlas, a veces son difíciles de cultivar y su nombre podría menguar con la edad. En cuanto a las células madre embrionarias tienden, cuando no son diferenciadas, a provocar un tipo de cáncer, un teratoma. El trasplante de tales células embrionarias indiferenciadas a una persona, no sólo no la curará, sino que provocará la aparición de un tumor embrionario. Por lo demás, se dista aún mucho de saber controlar, según la enfermedad que se trata de curar, la diferenciación en masa de las células embrionarias en un tipo dado de células secretando por ejemplo insulina para el diabético, en cardiomeiosis para el infarto de miocardio, en neuronas dopaminaenérgicas para la enfermedad de parkinson, etc ...
El clonaje o la clonación terapéutica
La fabricación de embriones humanos por clonación podría tener dos indicaciones, dos finalidades, la primera terapéutica y la segunda reproductora. En aquel caso, se trata de obtener células embrionarias idénticas al nivel genético -y probablemente pues inmunológico- a las de un enfermo a la espera de trasplantes celulares para una gran diversidad de enfermos : afecciones neurodegenerativas tales como las enfermedades de Parkinson o de Alzheimer, cánceres, diabetes, insuficiencia hepatocelular, quemaduras ... etc.
La realización de un programa tal necesitaría por parte de los biólogos un dominio preciso de la diferenciación de células troncales aisladas de un embrión clon, lo que, ya lo vimos, no es aún el caso pero no resulta imposible. En el futuro, una persona atacada por una enfermedad de Parkinson o por un diabetes pediría a su esposa, a su hija, una donación de ovocitos o los obtendría por parte de donantes remuneradas o no. El médico reemplazaría el núcleo de esos óvulos por el de una célula cualquiera de la persona que curar y cultivaría el embrión clonado, creado así durante seis o siete días en las condiciones del laboratorio hasta su transformación en blastocitos. En esta estadio, las células de la masa celular interna constituye, ya lo hemos visto, los precursores del feto propiamente dicho. Ahí se sitúa el origen de las células madre embrionarias de las que he hablado ya largamente. Si es posible mandarles que se diferencien, al actuar sobre las condiciones de cultura, en células del cerebro o del páncreas, se podría pues trasplantarlas al enfermo para tratar su enfermedad de Parkinson o su diabetes. En principio, el éxito del trasplante debería ser perfecto ya que las células trasplantadas serán esencialmente idénticas a las de la persona receptora.
Es de notar que la descripción que acaba de hacerse de un protócolo de clonación con objetivo terapéutico en el hombre queda hasta hoy muy académico. En efecto, varios grupos de investigaciones trataron de reproducir la clonación por transferencia nuclear en primates no humanos (monos macacos rhesus), pero sin éxito. Según algunos resultados comunicados por periodistas científicos, los embriones clonados ya obtenidos degeneran muy rápidamente, después de algunas divisiones solamente ; a su nivel se acumulan anomalías cromósomicas cuya causa no se entiende. Estos resultados negativos hacen muy improbable el éxito de eventuales intentos de clonacíon humana, si se realizaban hoy. Se reafirmó ese análisis a fines del mes de noviembre de 2001 por el muy mediático anuncio según el cual la sociedad americana Advanced cell Technology se había adelantado en la puesta a punto de las técnicas de clonación con objetivo terapéutico. Si nos reparamos más en los detalles (The Journal of Regenerative Medecine del 25 de noviembre, una publicación en línea en Internet), la transferencia de los núcleos de fibroblastos dentro de los ovocitos humanos seguía siendo un fracaso mientras que la inyección de células ovarianas del cúmulo permitía dos de cada 71 tentativas obtener embriones de cuatro celulas y una vez un embrión de 6 células. En todos los casos, el desarrollo de estos embriones era espontáneamente abortivo en 24 horas o menos. Cuando se recuerda que las células madre embrionarias se ven aisladas deun blastocito, a saber en una estadio del desarrollo que corresponde al sexto o séptimo día después de la fecundación, o sea a más de cien células, realizamos lo lejos que estamos de obtener un embrión humano que se puede utilizar para la clonación humana, que sea terapéutica o reproductiva.
Sin embargo, corre el rumor en los medios especializados de que investigadores chinos habrían conseguido, de manera reproductible, embriones humanos clonados y susceptibles de desarrollarse hasta la estadio de blastocitos y ser pues la fuente de células madre embrionarias. Si es exacta esa noticia, el método sería sin duada alguna el objeto de una publicación científica ... y podría entonces ser utilizado en el mundo entero por investigadores especializados. Ahora bien, la técnica de obtención de los embriones humanos clonados es indispendable para quien quiera que nazcan bebés clonados tanto como para los terapeutas celulares que soñarían con tener a su disposición células (madre embrionarias) inmunocompatibles. Este aspecto de la cuestión aparece por supuesto como crucial hoy cuando se multiplican las declaraciones de que se tiene la intención de realizar una clonación reproductiva humana. La secta de los adeptos a Rael ha creado una sociedad de biotecnología dedicada a este proyecto, Clonaid. Un equipo de eminentes biólogos de la reproducción llevado por el italiano Severino-Antinori anunció también que le habían dado poder dos cientas parejas estériles para llegar a la producción de bebés clonados a partir de células de padres estériles. El Doctor Zavos, colaborador americano de Antinori, nos tentó con la perspectiva de una natividad de un nuevo género para el 25 de diciembre, la de de embriones humanos clonados. Ambas empresas poseen ventajas para lograr éxitos. Los mecanismos de sumisión sectaria ponen en efecto a la disposición de los adeptos a Rael centenas de muchachas jóvenes “voluntarias” para donar óvulos y prestar su útero para que sean transferidos los embrionos clonados. En cuanto a Antinori y a sus colegas, disponen de una sólida experiencia clínica en biología de la reproducción. El único obstáculo que encontraron esos candidatos “clonadores”es que siguen siendo, en realidad y según toda probabilidad, incapaces de fabricar hasta hoy, lo hemos visto, embriones humanos clonados normales. El día en que la técnica se pondrá a punto para las necesidades de la clonación terapéutica, desaparecerá el obstáculo y no habrá que esperar mucho antes de que se anuncie que mujeres embarazadas llevan fetos clonados.
Otra preocupación tiene relación con los riesgos de instrumentalización suplementaria del cuerpo feminino a los que no dejararía de llevar una amplia utilización de la clonación terapéutica. En efecto, los equipos privados o públicos que realizan esas experiencias deberían entonces disponer de una importante cantidad de óvulos humanos. Hoy, una o dos centenas de óvulos serían necesarios para cada intento. Puesto que la demanda crea ineluctablemente un mercado, por lo menos en numerosos países, bien nos imaginamos pues que se “enrolarían” en gran número mujeres necesitadas para constituir cohortes de donantes de óvulos remuneradas. Aceptarían, por contrato, prestarse a estimulaciones ovarianas repetidas y acompañadas por el control sanitario necesario a la verificación de la calidad de las productoras y de su producción.
Además, algunos se preguntan a propósito del respeto debido a la singularidad del embrión humano como eventuales premisas de una persona. Para numerosos creyentes, por ejemplo, la creación de embriones humanos con el objetivo de destruirlos para que se pueda aislar herramientas de investigación o poblaciones celulares con vocación terapéutica, estaría en contradicción con su singularidad respetable. Sin entrar yo mismo en ese debate, he de reconocer que, en toda lógica, no hubiera debido desembocar en la guerra de trincheras a la que asistimos por el mundo entre los partidarios y los adversarios, unos y otros encarnizados, de la clonación terapéutica. En efecto, la realidad de las perspectivas terapéuticas presentadas es finalmente muy incierta. Una técnica que exige, para cada enfermo al que se asiste, disponer centenas de óvulos de mujeres y clonar embriones humanos con fin de tratar de poner en cultura células potencialmente cancerígenas y cuya eficacia queda por demostrar, no justifica las promesas que se le han concedido con complaciencia. En efecto, aun más allá de las preocupaciones éticas y de los obstáculos técnicos y científicos persistentes, tenemos aquí el ejemplo típico de un enfoque algo egótico tan costoso y exigente respecto al tiempo y a la plantilla que necesita que no se ve cómo, aun en el mejor de los casos, podría constituir la base del tratamiento que esperan decenas de millones de personas.
Hoy en cambio, la importancia de las objeciones a la fabricación de embriones humanos procedente de la clonación no nos parece compensada por la realidad de las esperanzas terapéuticas basándose en su uso, ni por la urgencia de la investigación. Al parecer el movimiento que se fortalece hoy para autorizar sin embargo la clonación terapéutica proviene de dos fuerzas. La primera es la impaciencia de los investigadores por que le permitan el acceso a nuevos materiales de estudio, sobre todo cuando son prometedores en términos de celebridad o más bien de eficacia médica. La segunda es la refencial al valor supremo del Progreso, concebido por sí mismo como comisionado de esperanzas, incluso la certeza de mejoría de la condición humana. Sin embargo, el siglo XX que acaba de terminarse, brillante en todos los sentidos del término, el que se refiere a las luces del espíritu tanto como las de los hornos crematorios, bien ilustra la ambivalencia del poder conferido al hombre por el progreso de los saberes y de las técnicas. La libertad humana implica la posibilidad del Bien o del Mal, y por consiguiente, la utilización del Progreso en beneficio del uno o del otro. Desde luego, no por ser eventualmente posible, resulta bien. Si al menos se fuera capaz de justificar en qué una innovación propuesta, cuyo objeto es el hombre, es mejorar su condición respetando al mismo tiempo los principios morales que fundamentan su dignidad y su autonomía. De todos modos, esto no es el caso hasta hoy de la clonación terapéutica.
He querido bosquejarles un amplio cuadro de la progresión de las posibilidades médicas en genética y terapia celular. La ciencia en sí misma tiene como finalidad el acercarse a la veracidad de los fenómenos : desemboca en la puesta a punto de técnicas y evalua expertamente sus efectos. Sin embargo, la ciencia en sí misma no debería tener la pretensión de determinar lo que conviene hacer y de todas formas no tiene la posibilidad para ello. Preguntarse sobre la utilización de un poder otorgado por el conocimiento es inevitable respecto a un ser que se reivindica como ser libre. Ahora bien, esa libertad implica que el uso de todo poder humano pueda hacerse en provecho o en detrimento de los demás. De lo que estamos hablando es exactamente eso : ¿ cómo asumir colectivamente las nuevas responsabilidades que nos tocan debido al desarrollo de las ciencias y de las técnicas y por lo tanto al aumento de nuestro poder ?
Traduzione : Rania Talbi
Kahn A
Atlas of Genetics and Cytogenetics in Oncology and Haematology 2002-10-01
Genoma y sociedad
Online version: http://atlasgeneticsoncology.org/teaching/30129/genoma-y-sociedad